jueves, 2 de diciembre de 2010

Sobre la Virtud I

            

Antes de nada hay que preguntarse ¿qué es la virtud? Para tener una visión clara, tal y como hemos comentado anteriormente, hay que buscar una definición. En este sentido, la Iglesia Católica nos dice que “es una disposición habitual y firme para hacer el bien”; por otro lado, la Real Academia de la Lengua Española nos la define como “disposición constante del alma para las acciones conforme a la ley moral”. En el Diccionario de Autoridades quedan recogidas varias acepciones  referentes a la virtud  entre las cuales llama la atención “recto modo de proceder”. En palabras de Álvarez-Ossorio “[…] la virtud consistía en una disposición interior del alma que se expresaba externamente ante la comunidad, a través de acciones honestas y acordes con los mandatos de la Iglesia”.

De entre las virtudes cardinales de las que trata Ribadeneyra, él destaca en su obra la de la Justicia  por ser “tan propia de los Príncipes y tan necesaria para la conservación de sus Estados”, a la que dedica el capítulo quinto del libro segundo. Es la virtud por la que se apaciguan los ánimos del pueblo y la garante de la paz, que asegura los reinos y territorios del Príncipe. Acude nuevamente a palabras de Cicerón y de San Agustín, en cuyas obras hacen ambos referencia a que sin Justicia no puede haber Res Pública.
Menciona un ejemplo de Plutarco en el que queda patente que si la Justicia no es lo suficientemente justa, el castigo vendría directamente dado por Dios. A continuación pone ejemplos de reyes cristianos y no cristianos que actuaron justamente; tales son los casos de los reyes de Egipto, Felipe el Hermoso de Francia, el Papa León X o Artajerjes.
La Justicia tiene muchas vertientes, pero una de las más importantes durante toda la Edad Moderna es la distribución de las honras. En este sentido el Príncipe debe ser justo y no repartirlas a su antojo, sino basándose en merecimientos y servicios de quienes aspiran a ellos. Algo que llama la atención es la afirmación que el jesuita hace en esta frase: “y honrar al caballero y generoso, sólo porque sus antepasados fueron valerosos […] es deshonrar la virtud, y afrentar a los mismos padres que se preciaron de ella”.


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