A parte de las entradas sobre la Virtud, tema interesante a nivel personal, continuaré con la línea del anterior blog. Aquel, si bien no está cerrado, no será -o al menos esa no es la intención inicial- más veces refugio de mis reflexiones.
Después de la lectura de mi Tesis de Máster -con la que estoy altamente satisfecho por razones que son largas de contar y que muchos ya sabeis- emprendí ilusionado mi camino a tierras castellanas. En Simancas, pequeño pueblo a orillas del Pisuerga, me esperaba mi primer trabajo como historiador. Ni más ni menos que en el Archivo General, fundado por Carlos I y consolidado por Felipe II. Por delante, varias semanas de inmersión en documentación de mediados del siglo XVII en busca de unos entrañables y pelirrojos irlandeses.
He aprendido muchas cosas -entre ellas a realizar perfectamente el nudo de archivero- y he conocido a mucha gente interesante. Pero María, Borja y Sergio han sido los que más me han marcado.
De ellos he llegado al convencimiento pleno de que uno no puede dejarse arrastrar en una espiral de autodestrucción más allá de un punto. Cuanto más profundo lleguemos, más duro será salir de nuevo. Lo importante es reponerse lo más rápido posible y retomar el camino con una sonrisa, con firmeza y con el apoyo de los que te rodean. Al final, como me han enseñado, lo importante es ir con la cabeza bien alta y dormir a pierna suelta.
Gracias por unas comidas geniales, por unas charlas tan amenas, por unas historias tan graciosas e instructivas y por todos los momentos compartidos. Pronto, seguro, nos veremos para acumular muchos más.
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