viernes, 8 de abril de 2011

Sobre el sistema educativo o cómo fomentar a la elite intelectual

      A propósito de mi anterior entrada, me gustaría comentar la propuesta de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.


Escuela de los años de la dictadura


Estado actual de algunas escuelas

















      Entre estas dos imágenes hay diferencias que se aprecian a simple vista y otras que subyacen. Ambas, no obstante, son importantes para el objetivo final: la formación de las futuras generaciones de una nación. El modelo de los años de dictadura se basaba en una escuela ruralizada, en la que había una importante cantidad de niños y chavales de edades varias a cuyo frente se ponía un profesor. Era él quien debía adaptarse al nivel de los diferentes alumnos y su actividad no sólo se centraba en la educación escolar, sino en inculcar valores como el respeto, la higiene o el esfuerzo intelectual. A menudo, tenía que enfrentarse, de maneras siempre desiguales, a padres poco o nada cultos que pensaban que sus hijos estarían mejor ayudando en las múltiples tareas que en el medio rural se requieren a estar aprendiendo más allá de lo elemental. Dejaré a un lado el hecho de la vida en un pueblo, con lo bueno y malo que eso tiene para un "forastero" que tiene que introducirse en una comunidad que no siempre le abre sus brazos.


      A parte de la cotidianeidad, hay que tener en cuenta los materiales con los que aquellos profesionales debían formar unos alumnos que tampoco tenían las cosas fáciles. Clases con pupitres incómodos, de madera vetusta; libros y cuadernos con más letra que dibujos; mapas políticos y físicos; poca luz artificial. ¿qué motivaciones podía tener un maestro -hablo en general, ya sabéis que no me gusta eso de andar poniendo maestros y maestra, noble y nobla y ese tipo de cosas absurdas desde mi punto de vista- ante tal panorama? ¿qué motivaciones podían tener unos alumnos a los que en muchas ocasiones se presionaba para trabajar en vez de estudiar? La respuesta no es fácil, simplemente planteo esos interrogantes. Hoy en día, no obstante, los pupitres son espaciosos, de un color especialmente escogido para relajar la vista; libros con varias metodologías, con vocabulario al margen para que el alumno no se moleste en mirar un diccionario -que por otra parte no saben manejar porque lo buscan por internet y no en la RAE, precisamente-, con dibujos explicativos y esquemas al final de cada tema que, por lo que he podido ver, pocos alumnos los usan; no hay mapas en las aulas porque se hacen con presentaciones Power Point o transparencias; y de haberlos, pertenecen sólo a la Comunidad Autónoma en la que se encuentra el centro, no sea que el alumno se aburme con datos de otras Comunidades. Potentes luces fluorescentes iluminan un aula en la que todos los niños, salvo repetidores, han nacido en el mismo año.


      Los métodos de enseñanza empleados en aquella epoca difieren más que notablemente de los que hoy en día, por desgracia en mi opinión, tenemos en España. Simplemente me centraré en dos aspectos para ilustrar lo que digo. La caligrafía de toda una generación era muy similar gracias al esfuerzo del maestro. Era clara, ni grande ni pequeña, legible y limpia. Hoy, poca importancia se le da. La Historia, la Historia del Arte y la Geografía, Ciencias Sociales en la actualidad, se aprendían de tal forma que muchos de los alumnos de entonces siguen recordando datos aprendidos en su infancia y adolescencia. Hoy, como dije en mi anterior entrada, se aprenden los temas correspondientes a la evaluación, se vomitan en el examen y se olvidan.

      El proyecto que se pretende iniciar en la Comunidad de Madrid es bueno solo en parte. Es cierto que el nivel de la enseñanza ha bajado hasta niveles alarmantes en las últimas décadas y que hay que premiar y fomentar de alguna manera a aquellos que destacan por encima de la media. No obstante, creo que deberían aplicarse otros métodos más objetivos para saber quienes son los verdaderamente capacitados y quienes no, ya que soy de la opinión de que la nota obtenida tras un examen no refleja verdaderamente los conocimientos y puede verse influenciada por factores externos y que no dependen del alumno.