Un mes. ¡Cómo pasa el tiempo!
Desde mi última actualización hay un rosario de acontecimientos, buenos unos, menos buenos otros, del que sobre sale el poder tener la oportunidad de investigar en el extranjero.
El mes de febrero fue bastante movido, pues se juntaron malas noticias familiares con papeleos por las becas, ponencias en Congresos, viajes y las siempre esperadas fiestas de San Blas. Y por fin ganamos ¡¡el primer premio!!
La entrada que hicimos fue de lo más espectacular, a pesar de que me moría de la vergüenza. He de decir que teníamos nuestras dudas sobre el resultado final del concurso, porque hubo disfraces súper originales y divertidos, pero también fue divertido hacer los disfraces (si, todo echo a mano) y terminarlos unas pocas horas antes del inicio de la Fiesta de Disfraces.
¡Más euforia imposible! Pero claro, con semejante rebaño, como para no tenerla, ¿no? Las conversaciones bajo cero, la chimenea...
La celebración religiosa fue más emotiva que otros años, recordando a personas muy queridas que pocos días antes ya no estaban con nosotros. Verdaderamente han sido unas fiestas de San Blas que no se me olvidarán nunca.
Los días previos a mi venida estaba muy tranquilo, algo anormal en mi, que suelo ponerme de los nervios en Congresos o exámenes. Hubo despedidas largas, cortas, etílicas, divertidas, cariñosas y alguna un poco amarga.
Cogí el avión en la última puerta de embarque de todo el aeropuerto (con despedida inesperada incluida) y puse rumbo a Italia. Primera escala: Milán. Conseguí encontrar la puerta para el vuelo a Cerdeña, comí y me tomé un café tranquilamente. Hacía un sol espectacular y lo primero que pensé fue que si en el norte hacía así, la mitad de la maleta me sobraría en Cagliari.
A las 16 horas -salí de Madrid a las 10:25- llegué a mi destino con todas mis pertenencias, maletón incluído, a salvo. Cogí un taxi y llegué a mi calle, en el centro histórico de la capital, y conocí a mi casera. Una mujer joven, alta y rubia. Desde luego no era el prototipo de fémina que esperaba encontrarme. Me enseñó la que iba a ser mi casa durante los siguientes meses. Después de deshacer la maleta y hacer la compra me fui, tímidamente, a conocer un poco el barrio.
No encontré, eso sí, ningún punto de información turística abierto. Y es que en general, como en otras muchas cosas, tienen un sentido particular del tiempo.
Después del primer fin de semana superado, comencé el trabajo con la visita al profesor que me dirigirá a lo largo de estos meses. Los nervios no me dejaron poder hablar de una manera fluida y expresarme exactamente como quería, pero no fue mal. Además conocí a una investigadora con la que, a parte de portarse súper bien, me está enseñando muchas cosas útiles. He conocido a otros estudiantes de doctorado con especialidades diversas y con todos ellos, cuando coincidimos en la Facultad, paso muy buenos ratos.
En el Archivio di Stato ya conocía a un chico, pero sólo por correo electrónico. Después de pasar la primera mañana en la Facultad, por la tarde me fui al archivo. Conocí personalmente a Sebastiano, quien me explicó cómo estaba organizado, cómo podía pedir la documentación y me señaló algunas cosas interesantes que me están sirviendo mucho para sacar documentación. Además me presentó a un par de investigadores más y hemos salido varias veces juntos a cenar o a alguna conferencia y ha hacer un poco de turismo.
La ciudad es pequeña, en torno a los 150.000 habitantes. Se puede ir a prácticamente todos los sitios a pie (quién me lo iba a decir...lo pensará sobre todo alguna pucelana que me sé yo); eso si, mi barrio está a un nivel diferente de la ciudad y el bajar para hacer la compra o ir a la papelería más cercana conlleva un esfuerzo a la hora de regresar que, algunos, ya han experimentado. Hay, no obstante, varios ascensores que suben hasta aquí. Eso si, cuando subes hasta el Bastión de Saint Remy y contemplas las vistas de la ciudad, a la hora que sea, con la brisita del mar, es un lujo. Hay en la misma zona un pequeño café con una terraza consurrida. Me gusta ir de vez en cuando, por las tardes sobre todo, para leer un rato mientras tomo un café -si es pronto- o un gyntonic, tranquilamente, hasta ver cómo el sol desaparece detrás de las montañas del otro lado de la bahía. He de decir que por pedir el gyntonic me miran raro, pero vamos, que si son unos sosos que no saben disfrutar de un momento relajado -vale, leer la 'Grande peste barocca nella Sardegna di Filippo IV' no es muy ligero-, es su problema.
No es una ciudad ruidosa y está muy limpia. A cada paso que das, descubres un ricón bonito, una terraza animada, una tienda de ropa interesante, la fachada de una iglesia al final de la calle. La gente por regla general es amable y alegre y no te miran raro si les dicen que repitan alguna cosa que no has entendido. Te ayudan en cuanto te ven un poco perdido y, al menos desde mi experiencia, no cumplen con el prototipo italiano (que me perdonen los posibles italianos que lean estas líneas) de intentar timar a los stranieri.
Lógicamente he tenido algunos momentos menos buenos, asociados a la meteorología y a la ausencia de internet, pero se compensan con lo a gusto que estoy, la tranquilidad y la paz interior; filosofía JUNCO a pleno rendimiento. De hecho me está sirviendo mucho a nivel personal, pues mi capacidad de introspección y autoconocimiento va, asombrosamente, en aumento.
Si. También echo de menos a las personas que no están aquí y la compañía al llegar a casa cansado. Pero eso también me está sirviendo, incoscientemente, para darme cuenta de quiénes me importan en realidad y la gente puede resultar más superficial.
Así las cosas, sólo puedo decir que la conclusión de este primer mes de estancia en Cagliari es satisfactorio y que espero que sea la tónica dominante el resto del tiempo que me queda.
PS: No subo más fotos ya que podéis verlas en Facebook y, algunas, en la parte de la derecha del blog.
* Grazie per essere così